"Rex eris si recte facies".

lunes, 16 de julio de 2012
16 de julio de 1212. A estas mismas horas, hace la friolera de 800 años, las tropas cristianas castellanas, portuguesas, navarras y aragonesas se estaban enfrentando al todopoderoso ejército almohade en la Batalla de las Navas de Tolosa. Los reinos hispánicos se jugaron el todo por el todo, pusieron toda la carne en el asador y se lo jugaron todo a una sola carta. El resultado de esta batalla pondría de lado la balanza para los cristianos o para los musulmanes. Los propios reyes estaban en la batalla. No como espectadores, sino luchando junto a sus súbditos por recuperar de una vez para todas Hispania, sabiéndose herederos de Toledo y estandartes de la Cristiandad.

16 de julio de 2012. 800 años después. Juan Carlos I, heredero de los reyes cristianos, está en su palacio, con su aire acondicionado y su mayordomo, comiendo trufas y viendo el "Sálvame". Así es la Monarquía de hoy en día. Estas semanas se ha venido especulando sobre la no asistencia del Jefe del Estado español a los actos de conmemoración de la Batalla. Yo he guardado la esperanza hasta el último momento de que se presentara, pues para eso es rey de España. Pero no, no ha ido. Se ha quedado en su casa, a la fresca. Y esto para mí, ya ha sido la gota que ha colmado el vaso. Intolerable su actitud.

Hace ya tiempo que veo cómo la Casa Real cae en descrédito. Tienen más protagonismos por programas del corazón y escándalos que por actos por y para el pueblo. No son una Casa Real, son un circo. Pérez-Reverte, en El Sol de Breda, narra cómo en medio de un motín, Alatriste le dice a Íñigo Balboa «tu rey es tu rey» (p. 84), obligándole así a no participar en la revuelta. Y tiene toda la razón. "Tu rey es tu rey", es el rey que te ha tocado, te guste o no; es el rey que te ha tocado, y como español, le debes obediencia y respeto. Pero yo ya a Juan Carlos no le puedo ver como mi rey. Sigamos con citas. San Isidoro de Sevilla dijo «rex eris si recte facies, si non facias, non eris», es decir "serás rey si actúas rectamente, si no actúas, no serás". Y Juan Carlos, hace ya tiempo que dejó de actuar rectamente. Sus principales defensores se basan en ser el salvador de la Democracia, de cómo abandonó la Dictadura y de cómo defendió la libertad en 1981. Hubo de esperar más de 25 años para que Juan Carlos volviera a hacer algo por España, en el celebérrimo suceso del "¿por qué no te callas?". Y ya. Estos han sido los grandes hitos de Juan Carlos I.

Yo con la famosa frase en la Cumbre Iberoamericana, volví a confiar en Juan Carlos. Parecía haber despertado de un letargo, de estar harto de las afrentas a España y a su nombre. Pero ahí se quedó. Los ataques a símbolos nacionales y reales han seguido y nadie ha salido castigado -la propia Constitución en el artículo 56 dice que la figura del rey es inviolable-. Juan Carlos lo que ha demostrado es ser un rey incompetente, que no sabe gobernar, prefiriendo ir de caza a países exóticos que asistir a actos de nuestra Historia, saliendo en la prensa por sus escándalos y por la de su familia que por realizar actos con el pueblo. Y luego le tildan de campechano.

Juan Carlos ha dejado de actuar rectamente, no puede ser rey. De nada sirve lo que hiciera en un pasado lejano. No se puede vivir toda la vida de algo, eso es ser muy oportunista. Juan Carlos ha convertido su corte en la de los últimos Austrias, la de Alatriste. Juan Carlos ha dejado de ir al campo de batalla -sin poner en peligro su vida en lucha alguna- para irse de caza y quedarse en casa. Hasta Felipe II, todos los reyes estuvieron presentes en guerras, poniendo en peligro su vida y la de sus hijos. Carlos V fue el último que salió de su Corte y acompañó a los ejércitos en las empresas. Felipe II ya lo dijo en San Quintín, la única batalla que presenció «¿es posible que de esto gustase tanto mi padre?». El Rey Prudente, más comodón, asentó la Corte y no salió de ella. Fue con él con el que empezó la salsa rosa real -en aquélla época se conocía como "Leyenda Negra"-, cuando los reyes perdieron su presencia en la lucha para estar presentes en las bocas y panfletos del pueblo. Su nieto Felipe IV -el rey de Alatriste e Íñigo Balboa- fue más dado a fiestas, cacerías -de elefantes no, por si acaso-, comedias y corridas de toros en la Plaza Mayor de Madrid. Con los últimos Austrias comenzó la salsa rosa real, y hasta hoy ha llegado.

Y ahora es cuando entran en escena los detractores de la Monarquía, con razón. Como todo hoy en día, sólo hay dos opciones: Blanco y negro, Monarquía o República. La Monarquía sirve para mantener la unidad española -muy bien expuesto por Juan Manuel de Prada en un artículo hace unos meses-, así como para garantizar el orden sucesorio, pues al no haber más opción que "al que le toque", no hay lucha alguna por hacerse con el poder. Siempre que en España no ha habido monarquía hereditaria, ha habido inestabilidad política: En el reino visigodo de Toledo, las luchas por el poder y los regicidios eran pan de cada día, con reyes que duraban semanas; en la I República, gobiernos de meses; y en la II República, los enfrentamientos por llegar a la presidencia del Gobierno -incluso una vez estallada la Guerra Civil- fueron constantes. La Monarquía es pues, quien da estabilidad y unidad al conjunto de las Españas.

Pero en efecto, no sólo hay Monarquía o República. Desde 1833, las opciones al trono de España tienen una vertiente más. Son los tapados por la Historia, los llamados pretendientes. El carlismo. Tras la traición a España de Fernando VII y su Pragmática Sanción, con Carlos María Isidro, hermano de éste y a priori futuro rey, surge un nuevo movimiento, tradicionalista. Fue Don Carlos el penúltimo rey que se puso al frente de un ejército español. Y tal vez la Historia fuera otra si la mala suerte -y el empeño de Don Carlos por tomar Bilbao- no hubieran provocado que Tomás de Zumalacárregui -el mejor general que han tenido las tropas txapelgorris- muriera. El caso es que la semilla de los pretendientes estaba plantada, creciendo y madurando con Carlos VII -último rey español en dirigir personalmente un ejército-.

Pero también hubo problemas dentro del carlismo. En 1971, el pretendiente Carlos Hugo -Q.E.P.D.- abrazaba el marxismo, traicionando así a todos los que lucharon por la Tradición, fundando un partido político, el Partido Carlista, de carácter federalista y de socialismo autogestionario. Por otra parte, Don Sixto de Borbón, hermano de Carlos Hugo siguió fiel al principio carlista. Fueron estos dos "carlismos" los que protagonizaron los tristes sucesos de Montejurra (1976).

Carlos Hugo tampoco pudo ser rey. Se apartó y fue expulsado del carlismo -por lo que tampoco ha obrado rectamente-. Algunos ven en su hijo Carlos Javier un futuro pretendiente. Pero aún no ha anunciado el abandono del marxismo y ya colma portadas de revistas y escándalos, tanto por su boda con una periodista -¿de qué me suena ésto?- como por tener un hijo bastardo.

Esto sólo deja una opción: Don Sixto de Borbón. Pero, ¿sería buen rey? ¿Basta que se le tenga a él en cuenta sólo porque otros no han obrado rectamente? Don Sixto de Borbón nunca se ha autoproclamado rey. Desde la escisión carlista, él siempre se ha referido a sí mismo como "abanderado de la Tradición" y "Regente", demostrando gran humildad y sin intenciones de querer el poder a toda costa, sino de ser él un mero administrador hasta que se solucionen las cosas -alguien tiene que haber-. A diferencia de Juan Carlos, Don Sixto sí ha participado en actos públicos relacionados con la Historia de España. Hace poco más de un mes, inauguró un monumento a las tropas rusas caídas en el Bando Nacional durante la Guerra Civil -sí, también había rusos no-soviéticos- y es el responsable directo de la "Asociación Santa María de África", una ONG destinada a la ayuda humanitaria y desarrollo en este continente. Igualmente, la Comunión Tradicionalista Carlista -pese a sus tensiones y discrepancias con Don Sixto- ha emitido un comunicado según el cual sí va a estar presente en los actos de la Batalla de las Navas de Tolosa.

Un rey que se preocupa por la Historia, presentándose a actos y llevando asociaciones humanitarias desde el ostracismo -preocupado no por el "qué dirán" sino por actuar con justicia y generosidad, y además de manera altruista- y teniendo que rebuscar en Internet para poder encontrarse referencias, sí merece regir un Estado, pues «rex eris si recte facies, si non facias, non eris» ergo «si facias, eris».
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